Takashi Murakami

22 11 2009

Para complicar un poco la figura. Últimamente hemos estado hablando de Marx, y del problema del trabajo enajenado como hecho fundante y estructural de la economía política y del capitalismo: en otras palabras, que, para Marx, no puede haber capitalismo si no hay al mismo tiempo explotación.

Lo contrario al trabajo enajenado es el trabajo realizado, la forma de trabajo que, podemos suponer, impera luego de la revolución comunista. Aunque nunca queda claro, realmente, a qué se refiere Marx con la idea del trabajo realizado, una de las posibilidades que hemos discutido es que se asemeja mucho al trabajo del artista: que produce no sólo plasmándose a sí mismo y a su visión en la obra, sino que produce porque realmente quiere hacerlo y no estrictamente porque se ve obligado a hacerlo para sobrevivir. El trabajo del arte, como actividad productiva, establece así, de alguna manera, el patrón a partir del cual podemos medir potencialmente cómo sería el trabajo realizado en la sociedad comunista.

La figura contemporánea es, sin embargo, considerablemente más compleja comparada con la sociedad descrita por Marx. Globalización, crisis de los Estados nacionales, crisis financiera internacional, terrorismo fundamentalista, etc. Las sociedad industriales, o post-industriales, ya no se dividen tan claramente en clases medianamente consistentes como burguesía, los propietarios, y proletariado, los trabajadores. Así que la figura se nos complica significativamente. Más aún porque nuestra misma plantilla para entender el trabajo realizado, el trabajo del artista, se ha vuelto también una figura complicada. Ya hace varios años, diferentes artistas empezaron a explorar la frontera que existe entre el arte y la producción comercial, que no son tan lejana – el origen del arte de hoy está en la téchne de los griegos, palabra que describía al mismo tiempo tanto arte estética como producción artesanal, y técnica. Andy Warhol y los artistas pop de hace algunas décadas, por ejemplo, empezaron a experimentar con los efectos de la industrialización y la serialización en sus obras.

Esta larga introducción es simplemente para introducirles a Takashi Murakami, uno de los más recientes y populares exponentes de esta tradición artística. Este artista japonés está eliminando cada vez más radicalmente las distinciones entre obras de artes y objetos de consumo, haciendo del arte supuestamente refinado algo que puede consumirse cotidianamente, algo de acceso «popular». Murakami no solamente produce objetos de arte plástico como pinturas y esculturas, sino también objetos como bolsos, ropa, y otros implementos usados normalmente, que son producidos en masa y vendidos en diferentes lugares del mundo. Su producción sale de una serie de talleres en varios lugares del mundo donde colabora con artistas más jóvenes que le ayudan a producir sus diseños.

Aquí una crónica de la BBC sobre la obra de Murakami (disculpen que no haya podido conseguirla subtitulada ni en español, igual es visualmente ilustrativa):

¿Entonces qué ocurre? Primero, que la dimensión del proceso productivo es hoy día bastante más compleja. Si el arte se vuelve producto, ¿puede entenderse el trabajo artístico como el modelo del trabajo realizado? ¿No termina volviéndose esta misma actividad una actividad enajenada, que no se rige ya por la creatividad sino por las demandas del mercado?

O, quizás por el otro lado. Si el arte puede re-colonizar de esta manera el espacio de los objetos cotidianos, de los objetos de consumo, ¿eso quiere decir que puede re-significarse el universo de la producción desde la óptica del trabajo realizado? Es decir, ¿podemos producirlo todo, o podemos producir cualquier cosa, como si fuera un objeto de arte? ¿Algo se sustrae o se escapa de esta posibilidad? ¿Es posible Murakamizar el mundo de la producción?